TED CHIANG, LA CIENCIA ESPECULATIVA DE LA FICCIÓN
El costumbrismo de los mundos raros
Ciencia ficción es un oxímoron. La ciencia es en origen una ficción de la realidad. Toda hipótesis es una fantasía, hasta que la avala el método científico.
J. Wagensberg
La literatura y la ciencia comparten el método de la extrapolación especulativa, como la llama Steven Shaviro en Discognition, la facultad de construir ficciones o hipótesis como modos de percepción y conocimiento de la realidad. La ciencia ficción es la forma de narrativa que funciona extrapolando a partir de los desarrollos científicos y tecnológicos, así como sociales o culturales, con el rigor teórico de la ciencia y la inventiva y la imaginación de la literatura.
Juan Francisco Ferré
Algo sobre lo que pretende aleccionarnos la ciencia ficción es que debemos estar abiertos al cambio.
Ted Chiang
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Imagen: El País, Alexandra España |
En definitiva, a Chiang no le interesa proyectar una realidad aumentada de los vicios de la tecnología con más o menos dosis de cinismo, sino integrar desde la fantasía y la literatura esa idea de exploración que mueve la ciencia, su fuerza especulativa y anticipatoria, como aproximación a la condición humana. Los juegos narrativos de Chiang, su lúcida, transitiva y luminosa inteligencia son inmensas miniaturas difíciles de olvidar.
Dejo estos extractos de un artículo sobre Chiang del escritor Juan Francisco Ferré, que resume cojonudamente la experiencia −y por acercar también la literatura de este−:
El efecto que produce la lectura de cualquier texto de
Chiang se podría describir así. Uno se deja arrastrar por las palabras de un
discurso al que no es necesario prestar demasiada atención al principio para
que nos vaya involucrando gradualmente, con una fase intermedia que combina la
impaciencia paradójica y la relectura meticulosa, hasta alcanzar el momento
supremo en que anticipamos con ansiedad creciente la información esencial que
nos aguarda en las líneas finales.
[…]
Pero Chiang dista de ser un apocalíptico al uso y, por tanto, sus reflexiones solo demuestran que los humanos perseveran en lo que los constituye como tales incluso en contacto íntimo con seres creados por la tecnología computacional más sofisticada.
Dos libros recopilatorios, ese es todo su espectro visible [Conozco también este relato publicado en el New York Times, It´s 2059, and the rich kids are still winning]. Y aunque en 30 años apenas ha publicado 18 relatos, algunas de las fábulas humanistas de este redactor de manuales de software han cotizado los mejores premios de la ciencia ficción. La capacidad de Chiang para suspender la incredulidad del lector y mantenerlo eclipsado mientras plantea originales fantasías filosóficas o acuciantes futuros tecnológicos es de antología. En 2016 se adaptó al cine La historia de tu vida, el cuento largo o novelita de la lingüista y los extraterrestres que daba título a su primera colección de textos. Ahí muchos se acercaron a Ted. Afortunados.
El asunto del lenguaje parece importarle bastante a Chiang, no solo por su relevancia en este relato trasvasado al cine con buena estrella, sino porque resulta sustantivo en otras piezas como el referido La verdad del hecho, la verdad del sentimiento, o en El gran silencio, Setenta y dos letras y Comprende. Es posible, además, que indicio de esa importancia −puro subconsciente, si no deliberada puerta de entrada; sobreinterpretación mía, lo más seguro−, sea el hecho de que el primer cuento del primer libro lleve por título La torre de Babilonia, aunque no haya ninguna trama ni dispersión lingüística y solo el eco de la leyenda bíblica, casi como un macguffin, sobrevuele la aventura de un minero que, junto a otros hombres, habrá de subir a cavar la bóveda porque la estructura ya ha llegado al cielo. Se reformula libremente la versión trágica de las Escrituras mediante una fábula luminosa (quizás la más puramente fantástica) de resolución geométrica. [Deliciosamente fantástica y espectacular, con esos ángeles como devastadores superhéroes incontrolables, me resultó El infierno es la ausencia de Dios. Cuántica y virtualmente humanas e inquisitivas, La ansiedad es el vértigo de la libertad y El ciclo de vida de los elementos de software. Por su parte, y por si a alguien le hiciera boca la comparación y eso pudiera servirle para arrimarse a la literatura del bueno de Ted, Comprende, la trepidante narración en primera persona por parte de uno de los dos seres humanos que alcanzan la iluminación o el conocimiento absoluto por efecto colateral de un tratamiento con hormonas, y su enfrentamiento final, es una versión con anabolizantes, afinada y lúcida, de la peli de Scarlett y Morgan Freeman, Lucy (Luc Besón, 2014). Vamos, que he disfrutado los dos libros como un salvaje].
Por su ritmo de escritura, y su parca obra, unos lo asimilan a Rulfo. A Borges otros, por su hondo fabular y moderada dicción de los mundos raros. A Pynchon o Salinger por su figura esquiva y reservada… Pero eso son etiquetas, boutades o caricias, pues ya dijera el ilustre ciego que la lengua no es sino un sistema de citas. Bienvenidos a la literatura. Pasen, lean y, quizás, encuentren. Libros donde seguir buscando.
¿Qué pasaría si un inocente juguete
dinamitara nuestra noción de libre albedrío? ¿Y si la existencia de Dios
estuviera científicamente probada, pero el ombligo de su Creación fuera un
planeta distinto de la Tierra? Si en Arecibo se construyó uno de los mayores
radiotelescopios del mundo para rastrear inteligencia en los confines del
universo, ¿por qué nadie oye los cantos de cisne de los papagayos de Puerto
Rico? ¿Y qué ocurriría si pudiéramos visionar cualquier episodio de nuestra
vida tal como sucedió, sin el matiz afectivo y el sesgo interpretativo de lo
que llamamos «recuerdos»? No hallarás aquí un retablo ciberpunk del apocalipsis
rollo Black Mirror, sino una luminosa corte de los milagros de la imaginación y
la especulación científica. Larga vida a Asimov. Y a la condición humana.
Así saliva la contraportada de su segunda y última compilación, Exhalación, que estuvo entre los diez mejores libros del New York Times para el 2019. Pero no te fíes de los premios, ni de nadie: solo quien lo probó lo sabe.
No me consideraría filósofo, pero es cierto que escribo sobre cuestiones filosóficas. La ciencia-ficción es perfecta para eso. Hace atractiva y creíble cualquier premisa del pensamiento. Hoy el mundo leería más filosofía si, en vez de redactar tratados, los filósofos hubiesen escrito relatos de ciencia ficción.
Ted Chiang
Posdata obligado y capricho.
Obligado. Los traductores, mamporreros de la cultura. La deuda con esta gente es inmensa, sobre todo para quienes no dominamos un plurilingüismo solvente. Así que vaya este mínimo agradecimiento para Luis G. Prado (La historia de tu vida, Alamut, 2020) y Rubén Martín Giráldez (Exhalación, Sexto Piso, 2020). Al primero no lo conocía, pero del segundo leí hace un par de años una de las novelitas recientes más extrañas, sugerentes y corrosivas, Magistral: el sarcástico y verborreico alegato de un rey atrabiliario que no es sino nuestra puta lengua española pidiendo renovación y riesgo, literatura de alto voltaje, a sus cultivadores. También, a raíz de aquella ácida novela, llegué a otro librito en que Rubén Martín Giráldez ejercía de traductor de un texto y original artífice de otro. Ya en su título, como en el cuerpo de Magistral (Jekyll & Jill, 2016), puede verse que su obra es un cañonazo a la línea de flotación de la mercantilización de la literatura, la pereza creativa y, en definitiva, el adocenado estado de las cosas. Ojalá los disfrutéis como el menda.
Capricho. Hace unos años, en una de las presentaciones del libro de poemas Serie, de Vicente Luis Mora, crucé un par de palabras con el autor sobre ciencia ficción y poesía y del tono apocalíptico al que suele tender. Surgió el tema porque una de las partes de ese libro eran precisamente poemas de ciencia ficción, Los viajes de Saasbeim, pero sin esa atmósfera oscura acostumbrada. Al leer a Chiang, he recordado aquella conversación y no quería largarme de este ya sobredimensionado post sin traer alguno de aquellos textos.
(Charla de expertos: Bernardo Esquinca y Andrea Chapela
acerca de Exhalación)
https://www.youtube.com/watch?v=GTC_wMkt6ek
(Charla entre Bernardo
Fernández Bef y F. Haghenbeck)
https://www.facebook.com/watch/live/?v=397158451416221&ref=watch_permalink
http://juanfranciscoferre.blogspot.com/2020/12/el-efecto-chiang.html
https://elpais.com/cultura/2020/09/18/babelia/1600425233_814535.html
https://elcultural.com/los-extranos-mundos-ted-chiang
https://www.nytimes.com/2019/05/27/opinion/ted-chiang-future-genetic-engineering.html
[1] En el relato se alternan dos historias bien diferenciadas: la de un periodista/padre que reflexiona sobre un nuevo software de memoria (Remem) y un conflicto que ha tenido con su hija, e intercalado con este, la historia del adolescente Jijingi, miembro de un pueblo indígena de tradición oral bajo el incipiente dominio de los burocráticos europeos, y quien acabará convertido en escriba de su tribu.
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