Aforismos: pipas con hueso de aceituna, oráculos de bolsillo
De los libros hay que aprender a pasar página
De Confucio a Twitter [pesado presente el futuro[1]], la frase lapidaria y anfibia, memorizada, retuiteada, ha sido una unidad de información cultural sólida y versátil, fundamental, en distintas civilizaciones, desde el budismo y los tratados médicos de Hipócrates [con hambre no conviene fatigarse] a las tradiciones bíblicas y los superhéroes [todo fluye, polvo al polvo, nos caemos para volver a levantarnos]. El aforismo, minúsculo y ancestral caracol de la literatura emparentado con el adagio, la máxima o el proverbio. Pipas con hueso de aceituna, oráculos de bolsillo: La dicha es un destino. Todo lo fatal es instantáneo.
Si en una de esas animadas conversaciones aburridísimas de sobremesa navideña el ambiente se pone tenso [cosa común en esos espacios intergeneracionales en que dios nos junta para criar cuervos], tal vez un aforismo a tiempo como disparo al aire sirva de válvula de alivio: En la juventud airado. En la madurez airoso. En la vejez aéreo -puedo imaginarme perfectamente a mi suegra cerrando la frase con el culo-. Y aquí paz y después gloria, que si el amor junta, el humor une. Así, reconciliados, tal vez convengan los comensales con aquella otra aforista en que lo malo del estado del bienestar son los vecinos, que esos sí que siguen a la gresca, basta oírlos.
Suavizados entonces los instintos, templadas gaitas,
matasuegras y cuñados
[al mío le decepciona que los hechos le respalden, creía tener más
imaginación], podría ser útil tener a mano el clásico Diccionario del Diablo, de Ambrose Bierce, o el
corrosivo Verbolario de Rodrigo Cortés y sugerir [ordenar
con calma] su espontánea lectura para seguir allanado el camino
y aunar malicias sin rencores personales frente a burócratas
[que para existir estorban] y legislaturas [turnos de guardia].
Sea como fuere la familia que haya caído en gracia, y siempre en aras de la
concordia, debe recordarse que con el idiota hay que liar fino
para simular una derrota convincente. Y en verdad os digo que mañana
no podrás ser feliz hoy. Te pongas como te pongas.
Puedes escucharlo en Radio Bierzo Cadena Ser pinchando aquí
Aforista: olfato de cazador, paciencia de pescador
De Confucio a Twitter [pesado presente el futuro[1]],
la frase lapidaria y anfibia, memorizada, retuiteada, ha sido una unidad de
información cultural sólida y versátil, fundamental, en distintas
civilizaciones, desde el budismo y los tratados médicos de Hipócrates [con
hambre no conviene fatigarse] a las tradiciones bíblicas y los superhéroes [todo
fluye, polvo al polvo, nos caemos para volver a levantarnos].
Lao Tsé, Marco Aurelio, Erasmo,
Francis Bacon, Gracián, Pascal, Nietzsche o María Zambrano, entre otros muchos,
han alimentado este minúsculo y ancestral caracol de
la literatura emparentado con el adagio, la máxima o el proverbio. De
esa genealogía que aúna la oscuridad de Heráclito y la precisión de la
caligrafía china, ensaya unas lindes amena y documentadamente Andrew Hui
en su libro Teoría del aforismo. De Confucio a Twitter.
Por su parte, Javier Sánchez Menéndez
en Para una teoría del aforismo brinda, tras una breve y afinada
introducción, una particular selección de casi treinta aforistas en activo
con 25 aforismos por cabeza, que sirven de ventana al género en español,
acompañados por algunas reflexiones de los propios miniaturistas sobre el
oficio. Por último, en Disparos al aire. Antología del
aforismo en Hispanoamérica, Hiram Barrios aborda la tradición desde mediados del
siglo XIX con una selección de más de medio centenar de aforistas
ultramarinos, del cubano José Martí a la mexicana Cristina Rivera Garza.
Por último, dos diccionarios a
contrapelo. Irreverente
y lúdico, Ambrose Bierce acuñó a principios del siglo pasado varias
definiciones dignas del género bufo, casi greguerías algunas, a través
de las voces de su corrosivo y ya clásico Diccionario del Diablo: Adagio: sabiduría
deshuesada para dentaduras blandas; Aplauso: eco de un tópico. Abstruso:
cebo de un anzuelo vacío. Y en esa misma frecuencia, homenaje y testigo,
el cineasta y escritor Rodrigo Cortés acaba de publicar Verbolario, un ácido y lírico abrevadero de
palabras: Burócrata: que para existir estorba. Sugerir:
ordenar con calma. Legislatura: turno de guardia. Pixel: grano de
arena en el televisor. // 2. Punto de luz en el desierto.
Lo bueno, si breve, dos veces bueno;
y aun lo malo, si poco, no tan malo. Obran más quintaesencias que fárragos, decía Don Baltasar, así que al grano...
Adagio: sabiduría deshuesada para
dentaduras blandas.
Abstruso: cebo de un anzuelo vacío.
Aforista: olfato de cazador,
paciencia de pescador.
Aplauso: eco de un tópico.
Ando pensando, es decir, reflexiono
las piernas.
Para escuchar es preciso creer en
quien nos habla, lo que no significa creer en lo que dice.
La lujuria va contra natura:
rejuvenece.
Las mascotas que enferman en casa
mueren de humanidad.
El herbívoro es un vegetariano sin
mérito; el vegetariano, un herbívoro virtuoso.
Qué sabiduría la de la presbicia que
nos obliga a alejarnos para ver mejor.
Solo la poesía hace la revolución más
profunda, la de la mirada. Pero con mucha paciencia.
Pixel: grano de arena en el
televisor. // 2. Punto de luz en el desierto.
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