Merodear la poesía de Olvido García Valdés


Ahora que cunde en lo mediático una lírica de ripio desmañado y galletitas de la suerte, merodear la poesía de Olvido García Valdés, sentarse con sus libros sin prisa, asentarse en su escritura atenta al despliegue del mundo y al lenguaje, es un vuelco de hondura entre tanta nadería. No ha de ser tan extraño el extrañamiento durante su lectura, pues busca el desajuste versal que componga una mirada compleja y ambigua sobre esa rara dicha que es vivir. Hay libros que te sientas a leer, y libros que te sientan, repite como mantra un colega. La poesía de esta asturiana (Santianes de Pravia, 1950) tiende a lo segundo.


Foto, Jorge Villa. Fuente: Cermi.es


No busca la poeta metáforas de relumbrón ni virtuosismos de belleza retórica (aparta de mí esa pirotecnia, propone en sus teorías escriturales), sino que con lengua de sencillos mimbres habla como quien respira sobre el propio abismo del decir y la existencia dejándonos a la intemperie, descolocados pero atentos a un pensamiento configurado en el montaje de unos escuetos poemas entre la contemplación y lo reflexivo, donde un flujo sincopado de ideas, sensaciones y experiencias sopesa y filtra las palabras en versos resonantes por su franqueza. Como dice Armando López Castro[1]:


La mejor manera de leer los poemas de Olvido García Valdés es aceptar lo insólito, lo sorprendente que no se comprende por imprevisible, pues su poesía, cuya revelación nunca se nos entrega de inmediato, nos desafía y nos pone a prueba haciéndonos recorrer un camino que va de los aparente a lo esencial.

 



(texto publicado en Hoy por Hoy Radio Bierzo)


Percibir para desaparecer, la poesía de Olvido García Valdés


Poco conoce el gran público a esta formidable poeta nacida a mediados del siglo pasado (Santianes de Pravia, 1950). Profesora de instituto, directora del Cervantes de Toulouse y traductora de Pasolini, Ajmátova y Tsvetáieva, en 2007 su poemario Y todos estábamos vivos mereció el Premio Nacional de Poesía. Para ubicarse y hacer boca, aunque serían solo analogías parciales, hay quien la vincula con nuestro ilustre vecino Antonio Gamoneda por la parca hondura de su voz. O con la genial y resonante Emily Dickinson. A ella, por apuntar un trío de ases aproximativos, le gusta referir la fascinación que le produjo la lengua del peruano César Vallejo.

               Lo material y lo meditativo atraviesan su poética conformando una coherencia discursiva tan original como potente, donde lo orgánico y corporal (no más alma que la que el cuerpo expresa), y el pensamiento (la experiencia no es puro acontecer; la experiencia, para ser tal, requiere reflexión) lanzan redes desde la naturaleza a lo político, desde las artes a la filosofía, con deliberada presencia de lo femenino. Hay en su poesía un ‘impulso contemplativo’ (ensimismamiento y fascinación: la atención que se da cuando la cosa ocupa totalmente a quien percibe. Y, de algún modo, quien percibe desaparece en ese ser ocupado) y un acendrado control de la expresión (sesgados versos que extrañan y descolocan al lector, con más sentido del montaje que afán de bellas metáforas) que abren los textos a la interpretación, a la relectura y su inmersión paciente.

               Esa polilla que delante de mí revolotea. Poesía reunida (1982-2008), editado por Galaxia Gutemberg, aúna su obra poética a excepción de su último libro, Confía en la gracia, (Tusquets, 2020). También ese año apareció una antología crítica en la clásica colección de Cátedra con el nombre Dentro del animal la voz



                ***

Ganar un día cada día, llegar

a la noche y respirar, con cada movimiento

ir haciendo, del ritmo de la respiración,

aliento para llegar

al día.[2]

              

                ***

No hay princesa sin hada:

no hay princesa. Ahí estoy

ser otoño oscuro como túnel.

Uno friega los platos

embebidamente y piensa: ya falta

poco, ya estoy acabando

(una taza, cubiertos…). Y después

sigue haciendo con gusto lo que queda

sin prisa, sabiendo que ya acaba.[3]




Lectura de Olvido García Valdés, Facultad de Poesía José Ángel Valente, 2016

              
                   ***

Una mosca no es un animal
doméstico pero a veces a fines
de diciembre, si la mosca lleva ahí 
un mes o más, bien puede ser 
un doméstico animal con su ruidito y 
talla breve; se vuelve objeto 
de observación si no de afecto, porque
ahí está y su estar quieta o atusarse 
con la patita el ala es algo 
cercano que persiste


Entrevistas a la autora

Revista Quimera, por V. Luis Mora (2007): 

Revista Contexto y Acción, CTXT, por Constantino Bértolo (2021):




Poetas en la radio, Canal UNED.

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Escribir el miedo es escribir
despacio, con letra 
pequeña y líneas separadas, 
describir lo próximo, los humores, 
la próxima inocencia
de lo vivo, las familiares
dependencias carnosas, la piel
sonrosada, sanguínea, las venas,
venillas, capilares


Presentación de su último libro, 'Confía en la gracia' (2020), en la Fundación Centro de Poesía José Hierro, a cargo de Mariano Peyrou



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Mujeres con un única
filosofía enunciable: lo que no mata
engorda, todo aprovecha, también 
con una única y especialmente severa
norma de conducta:
                                    pon
atención, la máxima 
atención en no enterarte
de nada, más aún si pudiera
ir a hacerte sufrir. Legan
a viejas, generalmente acaban
contando ellas las historias.



Estudios y aproximaciones a su obra: 





Laura Restrepo y Olvido García Valdés, Escritores Bajo el volcán, 2016





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Se orienta el animal por el peligro, al
mundo se le arroja y todo oye, viva en
carne la atención
                            se llama
verderón al que es verde amarillento
como la joven higuera soleada


[1] Citado en Dentro del animal la voz. (Antología 1982-2012), edición de Vicente Luis Mora y Miguel Ángel Lama. Cátedra, 2020. 

[2] Y todos estábamos vivos, 2007.

[3] Caza nocturna, 1997. 

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